La luz del
sol acariciaba mis parpados, anunciándome que era un nuevo día, que debía
despertar, dejar atrás la cama y comenzar una nueva aventura en esta que era mi
vida, pero sí que era muy difícil de hacer. La sabana de seda, que envolvía mi
cuerpo desnudo, bueno casi desnudo; solo vestía
cacheteros negro de algodón y un top de encaje del mismo color, me lo impedían
Anoche me
había desvelado, y el responsable de mi desvelo, había sido Mauri, mis labios
me traicionaron y ante el recuerdo de
nuestra platica, esbocé una
sonrisa de esas; de las tontas enamoradas, creía más bien, me estaban saliendo
arrugas nuevas de tanto reír, ya que solía pasar en un estado estoico facial,
que mis músculos faciales no se acostumbraban al cambio abrupto.
No es que
antes no hubiera estado así; feliz, pero
era una felicidad distinta, como cuando vas a tu supermercado a comprar tu
bebida favorita de chocolate, llegas y te encuentras que hay una nueva marca,
te dan a probar y si, es de chocolate, ya habías probado el chocolate, pero esta tenia un distinto sabor, más fuerte, más potente, que lo ingieres, recorre
todas tus papilas gustativas, conquistándolas una a una, y sabes que después de
esa nueva bebida, no habrá otra que se le compare, algo así, era esta nueva
felicidad.
Había sido
la primera vez en esta corta trayectoria, que me quedaba hasta tarde hablando
con él, porque si, había sido una deliciosa llamada, dejándome embriagar por el
elixir que era su voz para mí.
Salí de la
cama a regañadientes, pero más feliz que ayer, que sentir el frio de las
baldosas en mis pies, se sentía bien, recordándome que tenía los pies bien
puestos aun, o bueno eso quería suponer, porque era más fácil creer que no lo
había ascendido a otro nivel.
Fui hasta
el estudio, a continuar con un boceto que tenía días sin terminar, que de un
día para el otro, había dejado de querer pintarlo, no sé, como cuando una flor
se estaá muriendo de sed, que no puede hacer otra cosa que reservar lo poco que tiene
en su interior, creo así había estado, en su ausencia, que había sido más
alargada que otras veces, me había secado, eso y las palabras de Kimoa. –Kaia,
¿para qué le hablas, si ni te contesta?, ¿para que le piensas, si te ignora-.
En el fondo eso se podría traducir en un: le vales una hectárea de estiércol
completa.
Y podría
ser verdad, a veces me gustaba creer que era cierto, eso se transformaba en un
campo gravitacional que me evitaba seguir avanzando, pero que rápidamente era
disipado cuando reaparecía, como que sabía el momento justo; que tanta ausencia
era malo, y debía hacer su espectacular aparición, y en efecto, aparecía y todo
se me olvidaba, creía que si desaparecía por más de unos días ahí sí, podría
manejar su efecto en mí y poner verdadera distancia.
No es que
quería poner una distancia, todo lo contrario, pero a veces se hacían
sacrificios para evitar un mal peor.
Mientras
lo terminaba de dibujar, no podía dejar de pensar en el cambio abrupto que
había tenido. Un cambio de 180 grados, un cambio hermoso si me permiten
decirlo, y dentro de ese cambio venían sorpresas. Una de ellas, que estaba
empezando a abrirse poco a poco a mí, porque mientras mi alma estaba totalmente
abierta hacia él, que no tenía ni un filtro en mis palabras o en lo que ellas
querían decir, él continuaba hermético, hasta ahora.
Empezó a abrirse
a finales de julio, casi al final del segundo mes, que inició esta historia, y
¿Cómo lo hizo? De la manera más sutil, pero demasiado romántica, de solo
recordar lo que había escuchado, me daba escalofríos, de esos ricos, que al
mismo tiempo se acompañan; de una sonrisa, y el bailar de tu alma al compás de
la melodía.
Dejé por
un momento el dibujo, y me apresuré hasta la sala, una que era muy de mi
estilo; grandes ventanas de cristal oscilo-batientes de aislamiento acústico
bajo, que prácticamente venían siendo también las paredes, pues comenzaban
desde el piso hasta escasos centímetros del techo, que tenían vista al mar,
todas las paredes (las pocas ) pintadas de blanco, un sofá en
forma de L, del mismo color que las ventanas, con unos cojines color rosa
pálido, celeste y gris, una alfombra cuadrada gris, con rayas blancas, que daba
el marco a la sala de estar, enfrente una mini mesa rectangular de madera falsa
blanca con vidrio sobre ella, en la cual estaba el mini estéreo y colgando de
la pared un plasma.
Aun lado
de cada ventana, tenía florero cilíndricos, blancos, con vegetación, sentía
que, lo blanco estéril del lugar, se armonizaba con el verde de las plantas, y
una que otra cosa color de madera, por ejemplo en comedor, era rectangular,
para cuatro personas, totalmente de madera, color beige tan suave que parecía
madera falsa. Pero no lo era. La cocina estaba totalmente equipada, con muebles
de piso y aéreos blancos con acabados
cromados, la estufa, refrigeradora, y demás utensilios eran todos negros, había
una isla que tenía mármol blanco con toques en beige, y un florero blanco de
porcelana, de 20 cm de alto y 10 de ancho
con planta tipo miltonia; verde
sus hojas y largas muy largas que crecían hacia arriba, y sus flores eran
blanco con morado que le daban toque femenino a mi cocina. Sobre la isla estaba
el estante de copas, una casa sin copas no era casa, aunque aún no había
comprado ni un vino, pronto lo haría, aunque beber sola no era lo mío, nunca lo
había hecho y por eso sospechaba no
compraría por ahora nada.
Tenía
vecinos, pero estaban un poco retirados, pues cada chalet estaba sobre
cimientos de madera en el agua, que nos conectábamos por caminos de madera. Mi
vecino más cercano estaba a 30 metros, y todos formábamos una hilera de chalets
hasta llegar a la mera isla, estábamos ubicados como que fuéramos la rama de un
árbol, algo así. Era delicioso vivir aquí, a vece pensaba si algún día volvería
a Finlandia, pues despertar con el sonido del mar, sus olas rompiendo entre los
cilindros de madera, el sol como tu despertador fiel, era un paraíso, aunque lo
que más me gustaba era el color del agua; igual que el cielo, se podía decir
era transparente porque podía ver la arena bajo ella, cuando estaba cerca de la
isla, y entre más y más profundo se estaba del mar más azul era, algo
maravilloso de ver.
Vincule mi
celular, al equipo de sonido, y empecé a reproducir la primer canción que me
había compartido, con un simple: -Me gusta esta canción. No había dicho, -te la
dedico, ¡hey mira!, esto me recuerda de ti, no solo unas palabras –Me gusta
esto, escúchalo.
Dejé mi
celular sobre la mesa de madera blanca baja que estaba frente al sofá, y me
recosté en la sección larga de este, con los ojos cerrados, flotando de emoción
y satisfacción, pues rara vez un hombre se tomaba la molestia de compartirme su
música, algunos no lo hacía, porque después cuando todo acababa, esas canciones
ya quedaban marcadas, y ya no serían música a volver a escuchar, pero Mauri; mi
gotita de felicidad, al parecer no le daba miedo eso.
La melodía
comenzó a sonar, de la banda mexicana Maná, y Fer a cantar, pero que eran
palabras, parecían ser robadas desde el mismísimo pensamiento de Mauri.
Iba caminando por las calles empapadas en
olvido
Iba por los parques con fantasmas y con ángeles caídos
Iba sin luz, iba sin sol
Iba sin un sentido, iba muriéndome
Iba volando sobre el mar
Con las alas rotas
Iba por los parques con fantasmas y con ángeles caídos
Iba sin luz, iba sin sol
Iba sin un sentido, iba muriéndome
Iba volando sobre el mar
Con las alas rotas
Solo me
recordó a lo que una vez le escribí en un cuento, “ como el verano sin sol,
como la luna sin la noche”
Ay amor apareciste en mi vida
Y me curaste las heridas
Ay amor eres mi luna, eres mi sol
Eres mi pan de cada día
Y me curaste las heridas
Ay amor eres mi luna, eres mi sol
Eres mi pan de cada día
Apareciste con tu luz
No, nunca te vayas
Oh, no te vayas, no
Tú eres la gloria de los dos
Hasta la muerte
No, nunca te vayas
Oh, no te vayas, no
Tú eres la gloria de los dos
Hasta la muerte
¿A poco no
se te hizo chiquito el corazón tras leer esas palabras,?, de seguir dedicándome
canciones me iba a derretir, me iba a enamorar, creo que solo entonces entendí
cuando él me decía que le gustaba lo que yo le mandaba, porque de igual manera,
me sentía cuando él mandaba ese tipo de canciones con esas letras tan
reveladoras, uff.
No voy a
mentir, esa canción ya la había escuchado, pues era un tanto antigua, pero
jamás le había puesto atención a la letra, y mucho menos reparar en su
significado, hasta ese día, puedo decir que siempre que volviese a escuchar esa
canción me recordaría de él, sin importar donde estuviese o con quien, esa
canción estaba marcada con tinta indeleble su nombre.
Entendí
que era su luz, que iluminaba su día, o su vida en esos momentos que solíamos
charlar.
Dejé
correr el playlist completo y fue a bañarme, pues no podía pasar todo el día
tirada en el sofá recordando y añorando las canciones, que sonaba buen plan,
si, pero que no daba para vivir.
Mi baño
era un espacio abierto, por así decirlo, pues la regadera tenia puertas
transparentes, el granito era una combinación de blanco, con toques rosa pálido
y azul, tal cual los cojines del sofá. Tenía un gran espejo de pared a pared,
sobre el lavamanos de esos modernos que no parecen lavamanos sino una cuenca
sobre una mesa, unas pequeñas maceteras con plantitas verdes que no les conocía
el nombre pero que eran divinas., estaban por doquier, dándole vida al estéril
lugar, porque todo era blanco, con detalles cromados y verde por las plantas.
Tenía
tiempo más que suficiente para escuchar unas canciones, de igual manera el
audio me había seguido hasta el baño pues la casa estaba totalmente
acondicionada con mini parlantes empotrados y escondidos que no había rincón
alguno donde no se escuchara la melodía.
En poco
tiempo había acondicionado este lugar a mi gusto, no sé cuánto tiempo iba a
vivir ahí, pero mientras lo hiciera seria al máximo, pues era mi hogar por el
momento.
Me vestí
con un short corto de tela color peach, a la cintura, con un mini croptop
blanco, una chaquetita del mismo color del short y unos tenis a juego con el croptop, me hice una cola de
cabella, me maquille muy naturalmente, y volví a mi lugar preferido de toda la
casa, mi cuarto.
Totalmente
modificado, ahora por una cama del doble de lo normal, cubierta con sábanas
blancas, cojines rosa pálido, celeste y gris, unas floreros blancos a cada lado
de esta, con plantas verdes, y mi fiel acompañante, el mar, cada vez que
entraba aquí, automáticamente me invadía una paz absoluta, no es que toda la
casa no transmitiera eso, pero aquí el agregado era mi cama, ah y había mandado
a hacer dos cojines, donde aparecía una niña y un conejo, los protagonistas de
la hora del Café, el cuento que era para Mauri.
Me sumergí
entre mis sabanas y quedando viendo al cielo del techo, me salte a la otra
canción que me había invitado a escuchar, del mismísimo Luis Miguel: reloj.
Reloj detén tu
camino
Porque mi vida se apaga
Ella es la estrella
Que alumbra mi ser
Yo sin su amor no soy nada
Porque mi vida se apaga
Ella es la estrella
Que alumbra mi ser
Yo sin su amor no soy nada
Detén el tiempo en
tus manos
Haz esta noche perpetua
Para que nunca se vaya de mí
Para que nunca amanezca
Haz esta noche perpetua
Para que nunca se vaya de mí
Para que nunca amanezca
Si no has
escuchado esa canción, mueve ese trasero y busca esa canción ¡ya!, porque no
solo es la letra, también la melodía que juega un papel importante. Era tan deliciosa,
tan relajante, tan romántica, que incitaba querer acompañarla con una copa de
vino, y perderte entre las palabras, no dichas que decían la canción.
¡Oh Mauri!
¡Oh Gotita mía! ¿Qué voy hacer un día sin ti en mi vida?
Anteriormente me había dicho que era su momento de relax en
una vida llena de estrés, que alumbraba su ser, solo quería que el tiempo no
corriera tan rápido, y disfrutar más de los pequeños placeres de la vida.
Me
fascinaba que hiciera eso; compartir letras de canciones que él había escuchado,
y que por x razón le encontraba sentido y deber de compartir conmigo. Las
letras de las canciones son para que cada quien les encuentre su propio sentido
de ser, pues nunca será igual para quien las escribió o para los escuchantes,
pero si al ser comprendidas por alguien, y luego compartidas, automáticamente
esa letra dejaba de ser del artista y se convertían en esa persona, que le dio
sentido, el artista pasaba a un segundo plano, donde solo era el intérprete de
algo que esa persona no podía decir fluidamente.
Me
fascinaba eso y todo lo demás. Esta otra también de Luis Miguel: Sabor a mí.
Si negaras mi presencia en tu vivir
Bastaría con abrazarte y conversar
Tanta vida yo te di
Que por fuerza tienes ya
Sabor a mí
Bastaría con abrazarte y conversar
Tanta vida yo te di
Que por fuerza tienes ya
Sabor a mí
Y en efecto, así quise hacerlo, negarme su presencia, salir
de la burbuja, pero no, no me dejó partir, y en su lugar, me abrazó con sus
palabras, con su modo de ser, con ese cambio tan abrupto pero tan
reconfortante, que aunque estuviese lejos, lo sentía cerca. Sabor a él, por supuesto que ya tenía, mis días ya no
eran igual, estaban llenos de vida, estaban marcados con su presencia
continuamente que no importaba si se perdía un día o dos de mí, su sabor seguía
ahí, fuerte y claro.
Solo entonces pude comprender lo que él sentía cada vez que
le daba algo, realmente era una sensación sublime, y adictiva, ¿quién no le
gustaría vivir de eso?, a todo el mundo,
pero solo unos cuantos eran capaces de encontrar a una persona así.
No sabía en qué punto mi querer estaba ya por él, solo
conocía un hecho real; que quería estar con él.
���� me encanto! Me gusta mucho como narras ��
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