Hace mucho que me he perdido del blog, si tú lees y te gusta la historia, no te olvides de dejarme un comentario, eso aviva las ganas de publicar y escribir...es la gasolina de un ficker.
Hora 07:00
-Kau-
Hace un tiempo atrás, solía celebrar con mucho entusiasmo, las diferentes
fechas festivas del año; inclusive mi cumpleaños, pero poco a poco fui
perdiendo el interés en todas esas fechas, salvo una en especial; el día de San
Valentín.
No era especial por el simple hecho de
ser una fecha de amor, sino, que también era de amistad con las personas que estaban cerca de uno.
Tenía ya días sin saber nada del Señor
Conejo, y se acercaba el día de fiesta, solo tal vez se acordaba y venía a mí,
pero lo más probable era que no, no porque no quisiera, quería creer, sino,
porque otras cosas ocupaban su mente, otras cosas que ocupaban más su atención,
pero en esta ocasión no sería yo quien iría a buscarlo para celebrar.
Si no venía era por algo, y si yo no
iba, era simplemente porque el camino hasta el fondo del bosque ahora era
demasiado lejos, o esa excusa me decía para no ir hasta donde estaba él, porque
querer era poder.
Quería ir, verlo, saludarlo y celebrar
con él no una fecha de amor, no para él, sino una fecha de amistad que era
mutuo el afecto.
***
El día llegó. Los minutos, las horas
pasaron y él no vino, lo esperé todo el día, no he de mentir, sentada en el
buro de mi ventana, viendo pasar las nubes frente a mi ventana, viendo caer los
copos de nieve uno tras otros, y él jamás llegó.
En el fondo de mi corazón siempre supe
que nunca vendría, o bien porque le diera igual o tal vez solo se olvidó de
felicitarme, pero saber las cosas o creer que pasaran, no es lo mismo a ver que
de verdad se hacen realidad; es difícil. Es como cuando dicen, “está haciendo frío afuera”, te abrigas porque ya lo sabes, pero aún no lo sientes, y es solo
cuando sales que afrontas la realidad, del frío del ambiente.
El sol se fue y con ello solo vino la
luna hacerme compañía. Sabia Señor Conejo era alguien solitario, ausente, que
un día venía dándome calor y al otro frio, lo sabía, sí que lo sabía y muy
bien, y no pasaba nada; en los días normales, pero días como estos, se sentía
más fuerte su frialdad.
Al día siguiente, al primer rayo de
sol, se presentó Señor Conejo, algo serio, mucho más serio que de costumbre. Se
sentó en su silla favorita viéndome fijamente, mientras yo aún seguía recostada
en mi cama, con mis colchas encima.
Sus orejas estaban acostadas hacia
atrás, no se le veía el mismo entusiasmo que tenía siempre que venía, sus ojos
estaban apagados; sin luz, solo me miraba, penetrando mi aura, lastimándome su
semblante taciturno.
–
¿Ayer por qué no apareciste?, te estuve esperando, no me felicitaste- concluyó
en una voz queda, y pausada, como si las palabras pesaran 1 tonelada. –mis
oídos no daban crédito a lo que había escuchado, parecía que tanto él como yo,
nos habíamos quedado esperando que el otro hiciera algo y ninguno de los dos
hizo nada.
Mi alma sonrió. Me puse en pie,
avanzando hasta él, para agacharme y colocarme a su nivel y poder verlo a los
ojos. – ¡Yo también!, te estuve esperando, como no tienes una idea. –
Me acerque más, hasta poder tocarlo, me incline hasta su rostro y le di un beso
en la mejilla. – Feliz Día de San Valentín Señor Conejo, para nosotros todos
los días serán de celebrar esa fecha, así que no pasa nada si ayer ninguno dijo
algo-.
En el transcurso de su visita, hicimos
nuestra rutina sagrada, hasta que la noche llegó. Obviamente no quería que se
marchara no solo porque deseaba se quedara a mi lado, sino porque el clima no
estaba muy bien afuera, pero no le diría nada.
No hizo falta que abriera la boca para
poder expresarle mi deseo, creo mi rostro era un reproductor de mis palabras,
porque dijo no tenía intención de marcharse, por el contrario quería dormir; en
mi cama, conmigo, dándonos calor mutuamente en este gélido invierno, y también
para el invierno de su corazón