"Days go by like the wind and this life is too short" The Rasmus

viernes, 20 de julio de 2018

Voy A Marte, desde Venus -C2-

¡Hola! Este año vengo bien inspirada, tenia como 2 años no escribir, y no porque no quisiera, sino porque no tenia inspiración, pero ahora que ha vuelto a mi, la estoy aprovechando. Estoy escribiendo 2 historias al mismo tiempo, y tenia tiempos de no hacer eso, aunque son capítulos cortos, pero creo es mejor así, mas fácil de leer.

Si no has leído el 1er Cap. de esta historia     PINCHA AQUI Y LEELO !!

Aunque es una historia que se aleja un tanto de mi linea (Rasmus), quise no desligarla, el protagonista viene siendo el hijo de Lauri, XD solo eso creo tiene de Rasmus, y el ambiente Escandinavo claro está, en el que siempre suelo escribir.

-Gracias Magda por leer! y ya abrí wattpad ;) estoy como Danulinka Ylonenova.

Islas Maldivas


Capítulo 2



¿Has escuchado el termino, una imagen vale más que mil palabras?, pues en este caso seria, una llamada vale más que mil mensajes, y es que así era Mauri, ya que pasaba realmente ocupado la mayor parte del tiempo en su nuevo proyecto; la construcción del puente-túnel de Øresund, que conectaría Copenhague la capital Danesa y Malmö una ciudad Sueca.

Esta era otra razón para reafirmar que definitivamente él no era terrícola, era de Marte. ¿Qué persona en pleno siglo veintiuno prefiere llamar a usar whatsapp?, y es que era así, literalmente él prefería llamar que escribir. Escuchar su voz, era algo sublime, como si se paralizara el tiempo, y solo  nosotros estuviésemos activos. Su voz grave, varonil, hipnótica, seductora colapsaba por completo mi sistema, le aplicaba un subidón de energía a ese momento, que era algo como un sueño divino.

En el poco tiempo que llevábamos de interactuar, aun me costaba un poco acoplarme a ese ritmo, que en lugar de llevar velocidad, parecía que iba en neutral, ¿me explico?, es decir, todos los seres masculinos cuando inician una conversación con una fémina, escriben y escriben y uno responde y responde, llega la noche y ni se dan cuenta en que han hablado todo el día, puede que en cosas interesante, o en un puras tonterías, pero se ha acabado el día, y a la mañana siguiente continúan y así en una rutina a la que uno se vuelve adicta, como si ellos fueses la droga que necesitamos para estar bien, y que si no están ahí con mensaje constante, nos hace falta, nos volcamos totalmente hacia ellos, haciéndonos dependientes de sus palabras, pero de pronto conoces a alguien que es totalmente diferente, que no actúa de esa manera, que no es como los demás y es como chocar contra una pared de puro concreto a toda velocidad, no estas preparada para algo así, es nuevo, diferente, vitalizante, emocionante, pero no dejar de ser extraño, porque estas acostumbra a otra cosa.

No solíamos hablar demasiado tampoco, ya que, o estaba agotado o tenia cosas que hacer de su trabajo, algo totalmente entendible y aceptado. Que no sabía yo de estar ocupada. Desde que había salido de la universidad, tras obtener mi licenciatura en Arte, había días que ni recordaba donde había dejado mi celular, ya que tenía tantas cosas que hacer en la galería de arte, o pinturas que entregar a mis clientes, que eran un poquitín exigentes en cuanto a tiempo, como si fueran fotografías las que entregara, pero bueno, me desvié un poco, continuando, conversábamos a lo mucho unos 15 minutos, pero que para mí parecían ser segundos los que hablábamos, tenía tantas cosas que preguntar, era muy curiosa, quería saber cosas acerca de su proyecto, como diablos iban hacer un puente en medio del mar, de tantos kilómetros, de sus gustos, de su pasado en fin mil y una cosa, pero al terminar la llamada ni había preguntado todo lo que quería ni había llenado por completo el vacío de su ausencia, porque si, sentía que colgaba y que algo me hacía falta.
Era algo raro de explicar, creía que podría pasar horas y horas hablando por teléfono, sin llegar si quiera a aburrirme, y eso que no me gustaba mucho hacerlo, ya saben todo eso de la radiación había llegado hacer miedo en mi interior, y definitivamente no quería un tumor en mi cabeza, pero sentía que quería que ya fuese la siguiente vez que volviese a llamar, sin pensarlo, me estaba volviendo una adicta a esos mínimos momentos que teníamos, y eso que era a través de miles de kilómetros de distancia, ni quería pensar que pasaría cuando lo tuviese cerca.

En el poco tiempo que llevábamos conociéndonos a lo mucho 2 semanas, si has leído bien, ¡dos ínfimas semanas!, que para mí parecían mil días, ya me había acoplado a ese estilo Marciano de comunicación, porque cuando él hablaba, se podía sentir que realmente había llamado porque quería hacerlo, y no porque debía, que eso hubiese sido algo incorrecto, cuando uno hace algo porque debe, se vuelve tedioso, rutinario y solo querrás desaparecer y volver a ser libre.

Los humanos somos tan primitivos en algunas cosas, que la libertad es una de ellas, desde que estamos pequeños nos molesta que nos priven de algo, y sea como sea logramos salir de esa situación y vivir en libertad, y yo venía de una relación donde no me había sentido libre, sino todo lo contrario, contralada y sin libertad, sí, me había encontrado un bonito bicho de uña, una persona, sínica, mentirosa, victimaria, y encontrarme con este marcianito nieto de Zeus, que era todo lo opuesto al 98% de los terrícolas, era sentirse como esos científicos cuando han descubierto alguna vacuna o algo así, era un EUREKA, u oro entre las piedras.

Los primeros días mi Kaia interna estaba eufórica, descontrolada y anonadada, por el hallazgo de Mauri, pero que con el paso de los días, todo eso se fue transformando en una paz, quietud, serenidad, era como pasar de ir conduciendo a 300km/h a 10km/h, en donde ibas disfrutando cada momento mejor, donde valorabas pequeñas cosas, detalles, llamadas, mensajes, saludos y los vistos, porque también eso aprendías  a disfrutar. Y era algo totalmente nuevo, y sea como sea lo nuevo ¡encanta!

Había decido tras la llamada de Mauri, no volver a Finlandia hasta que completara mi trabajo en Malé, la capital de Maldivas, no podía ir dejando por ahí cosas inconclusas, y si tenía que preferir un lugar, mejor el cálido sol, que el gélido frio.

Estaba recostaba en la tina, preparándome para mi jornada de trabajo en la galería, mientras contemplaba como el agua resbalaba sobre mi piel del color de las nubes, libre de ropa, ver como mis manos enjabonaban lentamente mis piernas blancas, y verme así desnuda, me hizo darme cuenta, que en ese momento no solo estaba desnuda externamente, sino que también estaba desnuda del alma, poco a poco le había ido haciendo saber cosas a Mauri que decían más de mí, que mis propias palabras, y sea como sea eso se sentía abrumador, porque mi confianza en él, apenas y estaba empezando, no era alguien que pudiera conocer mi alma, que ven más allá de ti, mas allá de lo que expresas en una simple conversación, sin darme cuenta se estaba convirtiendo en alguien que se estaba metiendo dentro de mi, dentro de mi ser, y se sentía bien, pero era demasiado pronto.

Dicen que el alma tiene dos estados en los que esta: tranquila, o agitada, cuando está tranquila hacia otra persona, es porque es tu alma gemela, y cuando esta agitada o eufórica solo es alguien transitorio, porque solo la paz, serenidad y quietud te la dará esa otra persona que es tu mitad, que te complementa, que llenará los espacios vacíos que no sabías que tenías pero que si existen. No es que Mauri fuese mi alma gemela, pero desde hace unos días para acá, me daba una paz hablar con él,  o leer sus mensaje, era algo totalmente diferente, que nunca antes había sentido, era como estar descansado sobre el agua, flotando mientras contemplas el cielo infinito, así se sentía hablar con él.

Él era una caja fuerte aun para mí, casi no sabía mucho de él, sin querer había descubierto mi alma, o algo de ella, pero él aún no se desnudaba para mí, no me mostraba nada de su alma, las cosas que sabía eran tan pocas, y lo que él sabía de mi era demasiado, era tiempo de cortar el suministro de información o no iba a llegar entera a final del mes, era como un preludio, si continuaba hablando de mí, mostrándole mi Kaia interna, la Kaia externa colapsaría.

Salí de la tina, tomé mi toalla café y la envolví alrededor de mi cuerpo, que no era de gimnasio, pero era esbelta. Mi rostro se mostraba algo sonrosado frente al espejo, tras el baño reparador, mis ojos café oscuro, me devolvían la mirada, esa tonta mirada que ponía, siempre que pensaba en alguien que me gustaba, y en esta ocasión el protagonista era él, mis mejillas se sonrosaron más aun, curvando mis labios rosados en una sonrisa, tras traerlo nuevamente a mi mente, recordar su voz, sus palabras, las cosas que me gustaba de él y lo que no, que no era mucho lo que me disgustaba, ya que como vuelvo a repetir aun sabía muy poco de él.


Quería saberlo todo, lo que le gustaba comer, hacer, donde ir, que no le gustaba, que le molestaba, quienes eran sus amigos, en fin todo, y sin embargo no sabía nada, a este paso él sería solo un amigoamor platónico más, y eso era peligroso, muy peligroso, el ultimo que había tenido así, me había durado 4 años de enamoramiento, y obviamente como mis ojos, mi mente mi alma solo eran de él, aunque él no lo tomaba en consideración, pues fue un fulano más, un compañero de clases, de esos que solo te saludo porque te ve ahí, no había tenido a nadie, los que se me acercaba los rechazaba, cual producto defectuoso fuesen, y veía que el camino con este marciano iba así.

Que actuaba diferente a los demás era cierto, pero al ser algo nuevo, era algo a lo que acostumbrarse, y todo lo nuevo lleva su tiempo, trataba de no pensar mucho en eso, pues a veces la mente muestra cosas que no son, y nos hacemos una de historias que nada que ver, el siguiente paso a seguir, era, disfrutar el día: carpe diem, si hablaba con él; estupendo, si respondía mis mensajes; fantástico, si me dejaba en visto; pues ni modo, otro día hablaríamos, si no nos comunicábamos por un día entero, que era algo realmente cruel, porque era algo difícil de quitar de mi mente aun, no poder hablar con alguien que deseas al menos 1 vez al día, pues ya llegaría otro día, y así, solo disfrutar el momento, pues tampoco sabía que pasaría mañana, como dicen por ahí, somos dueños de nuestro presente, pero no del futuro ni del pasado, porque son cosas que ya no están a nuestra mano.

miércoles, 4 de julio de 2018

La hora del café

Hola a todos!! Espero estén muy bien. 
Esta historia se basa en la imagen  ( ella la niña Kau y el Señor Conejo) y en las relaciones de pareja de una manera muy metafórica, así que no tiene nada que ver con mis amados Rasmus, pero quise compartirla con ustedes, porque la inspiración llegó a mi, y las imágenes fueron una ayuda importante para inspirarme más y más.

Es un cuento mezclado con un poco de drama, pero que seria la vida sin un poco de dramatismo no?.
Espero les guste mucho...



@conigliooooo



LA HORA DEL CAFÉ



Hace mucho tiempo un conejo: Señor Conejo que era blanco como las nubes, solía andar de un lado para el otro disfrutando de las maravillas que la tierra le brindaba. Amaba saltar por los campos verdes recién salido el sol, con la brisa fresca del amanecer rozándole sus bigotes, que si pudiese sonreír lo haría, buscando alimento de aquí para allá, así solía vivir Señor Conejo, todos los días lo hacía, es verdad que se había vuelto rutina, pero hasta ahora no había conocido nada mejor que hacer.

Un día siguiendo un sapo, se salió de la vereda del bosque, y  por un segundo dudó si valía la pena la persecución de su almuerzo, o la seguridad de su hogar, pero que era la vida sin riesgos se dijo a su mismo, y continúo corriendo tras el animalito. Era veloz, pero no más que él, hasta que perdió la noción cuanto había corrido que estaba a escasos pasos del umbral del jardín de una casa.

En ese instante se le olvido por completo por qué había estado corriendo, todo lo que podía pensar era en la maravilla ante sus ojos. Caminos de musgo recién cortado, perfectamente alineados, con arbustos en los bordes de flores de colores, que semejaban a los del arco iris, a cada paso que se daba un nuevo arbusto aparecía. Un árbol gigante de cerezos estaba al final de todos los caminos, sus diminutos pétalos esparcidos en relajo sobre la alfombra natural verde que yacía bajo el, donde se encontraba una niña contándolos.

La casa que estaba hecha de pura madera maciza color melocotón con blanco hacia perfecto contraste con el maravilloso jardín, el olor que desprendían las flores, tras cada paso que se daba, hacia retorcerse de felicidad al Señor Conejo, tanto así, que se le olvido que no solo él estaba en ese jardín, cuando descubrió que un par de ojos café oscuro lo observaban ávidamente.

Y el tiempo se congeló. Nunca había estado tan expuesto en toda su vida, jamás un humano lo había visto, y ahora una niña lo miraba como si fuera la cosa más maravillosa del mundo, eso lo tranquilizo, hizo que su ritmo cardiaco disminuyera, que sus ojos volvieran a su forma normal; pequeños, cafés y algo pizpiretas.

-Hola. ¿Qué haces aquí?- le preguntó la niña te tez blanca, cabello castaño que aparentaba unos 10 años.

-¿Eres tú la dueña de este jardín?- dijo Señor Conejo, evadiendo dar respuesta alguna.
La niña puso los ojos como plato, había entendido lo que el conejo había dicho, y le costó unos segundos reponerse y dar un grito de euforia o miedo.

Ella le explico que en esa casa vivía con su familia, y el jardín era un regalo de su padre, pero que a esa hora de la tarde, siempre todos salían y ella prefería quedarse en casa, disfrutando de su hermoso árbol de cerezo.

Señor Conejo nunca había visto un árbol así, y ella le explico que eran muy comunes en Japón, y este lo habían plantado especialmente para ella. Él le pregunto por cada especie de flores que había en el jardín y ella los saco de cada duda. Desde ese día los dos se hicieron amigos. Él llegaba todos los días a la  misma hora, Kau siempre le tenía café y galletas, sabía que Señor Conejo amaba el café.

No siempre platicaban en el jardín, a veces lo hacían en una fuente, de esas que tienen un querubín 
desnudo, parado sobre agua, en otras ocasiones lo hacían en la habitación de Kau, y en lugar de tomar la hora del té como ritual, era la hora del café.

Kau le encantaba platicar con Señor Conejo, siempre tenía algo nuevo que decir, pero siempre hablaban poco, y no era todos los días. Habían días en los que él no iba a verla, y cuando no iba lo extrañaba, se sentía: como un verano sin sol, como la noche sin luna, que algo faltaba, pero cuando llegaba le daba luz a su día, una luz que no sabía que le hacía falta.

Un día vio la mirada triste de Kau, tras su partida más temprana que de costumbre, y eso no le gusto al Señor Conejo, por lo que se acercó a ella y le dijo: vendré otra vez a tomar café, pero no será igual que hoy, porque todos los días son distintos, pero lo que no cambiara será que eventualmente siempre querré volver a tomar café y galletas contigo.

El rostro de Kau era un poema, quiso en ese momento abrazarlo y llenarlo de besos, pero sabía que no le gustaban, Señor Conejo quien era Don libertad, porque así le gustaba vivir a él, libre haciendo lo que más le gustaba, sin estar dándole explicaciones a nadie, había crecido en busca de la libertad, y quien era ella para cortarle ese deseo, ella también quería ser libre, pero aún era pequeña, y no podía volar.

Un día después de varias semanas de las visitas constantes, Señor Conejo llegó a tomar café como siempre lo hacía, pero por alguna extraña razón, no salió corriendo como siempre, pidió más café y galletas, cuando esto se le acabo, y se quedó hasta que el sol se ocultó, cuando jamás solía quedarse más tiempo del prudente, decía él.

Kau esperaba con ansían la hora del café, y cuando decidían tomarlo en su habitación, lo hacían frente a la ventada, sentados en una butaca cada uno, a Señor Conejo le daba igual donde se sentaran, pero un día quiso salir de dudas, porque siempre ahí.

-¿Por qué siempre que venimos a tu cuarto te gusta sentarte aquí?- preguntó, mientras humedecía su galleta en el café.

-Porque nunca miraras dos veces el mismo patrón de nubes, ni sus colores, todos los días son distintos, y tú haces que mi día sea diferente también.- le contestó la niña, con una sonrisa en los labios, que llegó hasta sus ojos.

Señor Conejo por primera vez en su vida, quiso vivir en casa de un humano, con una humana, quiso acurrucarse en su regazo, como muchas veces había visto al perro hacerlo, quiso permitirse que le diera mimos a su pelaje, que le diera su atención como así lo recibía el perro, pero sabía que todo estaba al alcance de su decisión, muchas veces Kau le había ofrecido lo que él podría imaginarse, pero como podía poner en una balanza las cosas que Kau le ofrecía por la libertad que sabía perdería, se sentía como si caminara hacia un risco, y que si avanzaba más caería.

Los días pasaban y aunque siempre eran más que divinos, la pequeña duda de que escoger carcomía su alma, y no lo dejaba disfrutar plenamente, hasta que un día Kau le dijo lo que no sabía siempre quiso escuchar de ella.

-Sé que amas vivir en el bosque, pero quieres vivir aquí conmigo, no sé qué te impide hacerlo, si sabes que siempre serás bienvenido a la hora que llegues, o no llegues, solo porque vivas aquí, no quiere decir, que esta será tu jaula, puedes ir y venir de aquí para allá, lo único que cambiara es que disfrutaras más tiempo conmigo, que en soledad, y que nunca te reprochare si te quedas más tiempo en el bosque que conmigo, porque en el fondo de mi corazón sé que volverás, a este que será tu hogar, en el cual te recibiré con la manos abiertas, con mi amor en libertad, porque te quiero conmigo o sin mí, pero feliz.

Señor Conejo que siempre tenía algo certero que decir, por primera vez no tuvo nada que responder, estaba perdido en los ojos de Kau, en el trance que le habían hecho sus palabras, en el poder que había dado sobre él,  en la verdad que había tirado para ser digerida y aceptada si así lo deseaba. 

Nadie nunca lo había amado en tanta libertad, es más, no había tenido contacto con otro humano hasta que encontró a Kau, pero no podía responder, no porque no quisiera gritar lo que quería o anhelaba sino porque tenía miedo, y el miedo era más poderoso que cualquier otra cosa, inclusive que la felicidad que le había mostrado Kau.

Kau dejo que su amigo se fuera, ya había dicho más que suficiente y respetaba la decisión de él, solo le quedaba esperar por otros maravillosos momentos a su lado, efímeros pero divinos.

Los días pasaron, y Señor Conejo no volvió a casa, las estaciones pasaron una tras otra hasta volver a la misma primavera, en donde habían tenido aquella conversación. Kau no se explicaba el porqué de su abandono, si ella solo había sido honesta, parecía que sus palabras lo habían lastimado y ahuyentado, su corazón se estrujaba con cada día que pasaba sin su presencia, sus días de luz ya no eran los mismos, se vistieron de un blues que jamás había conocido y cuando el invierno llegó así lo hizo en su corazón también, porque supo entonces que él ya no volvería otra vez, y lloro acompañada del cielo.

Sus lágrimas rodaban por sus mejillas, como las gotas de lluvia lo hacían por su ventana, el cielo lloraba por todos los animales que no habían sobrevivido al verano, y ella lloraba por su conejo que no había valorado su amor, que había preferido vivir en libertad pero en soledad, porque ella le había ofrecido también libertad solo que en compañía.

Lloró y lloró hasta que su corazón se secó, le deseaba felicidad en cualquier lugar que estuviese, pero si él decidía volver, ella no lo aceptaría, pues la había abandonado sin quiera decir adiós, la había dejado sin más, sin si quiera volver un día a preguntar como estaba, si el volvía y decía que la quería, que quería vivir ahí, no sería verdadero, seria falso, porque quien quiere de verdad cuida de esa persona, y sabiendo lo que ella sentía por él, y lo que sufriría por su partida, eso no era amor, y tal vez solo tal vez volvería, porque no había encontrado algo mejor que lo que sabría tendría ahí, pero sería demasiado tarde, Kau estaba rota por dentro, y sería imposible de reparar.

Pero Señor Conejo nunca volvió, no porque no hubiese querido, no, eso jamás, él no volvió porque el día que salió aturdido de la confesión de Kau, había caído en barranco impactado contra una roca, desangrándose lentamente, pensando en el dolor que le causaría a Kau su ausencia, conejo sabia estaba sufriendo, pero un dolor que sería transitorio pues pronto moriría, y externo, a diferencia del dolor que sabía estaba en ese momento a punto de crear para kau, y deseo morir más rápido antes de llegar a imaginarla llorando por su abandono egoísta y desconsiderado, pensado que tal vez él no correspondía a su querer.












FIN






ALTO!!! hay más!!! pero sino quieres seguir leyendo perfectamente este podría ser el final. 
Te preguntaras en que o quien me inspiré, imagina que ella eres tú y el Señor Conejo tu novio, y si las cosas acaban mal, te fascinaría este fuera el final, pero si las cosas se arreglan...podrías seguir leyendo  y agregando momentos. 



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