"Days go by like the wind and this life is too short" The Rasmus

lunes, 6 de agosto de 2018

La Hora del Café -C2-

Gotita de felicidad

Aventura 2

 La aventura 1 la puedes encontrar en el menú, a la derecha ---> 


El señor Tiempo había traído de vuelta al Señor Conejo, para continuar con esta aventura llamada vida, por una vez más, ya que en raras ocasiones, situaciones como esta solian suceder, pero Señor Tiempo, se dio cuenta que aún no era oportuna la partida de él, le faltaba tanto por conocer, que valía la pena una oportunidad más.

Kau no podía creer lo que miraba, Señor Conejo había llegado por fin a su casa, lo había extrañado tanto, que solo se dio cuenta de eso cuando lo vio. Corrió hasta él en un abrazo que duró una eternidad, pues no se sentía lista para que viera su rostro cubierto de felicidad; pues eso era lo que él generaba en ella.  No quiso preguntar porque se había tardado en ir a su encuentro, pues sabía sus razones tenia, ya que un día le había dicho que él siempre volvería a verla.

Sin embargo, claro que su mente se había llenado de pensamientos malignos del por qué no de su retorno, había sido más fácil pensar así, que en una realidad, pues tenía miedo como cualquier ser humano, de sufrir ante lo inesperado, y era más sencillo protegerse con un mantra mental.
Señor Conejo no le había contado lo ocurrido en el bosque, pues no quería entorpecer la alegría que irradiaba Kau, en cambio se dejó llevar por el momento, pues muy raras veces tomaban el café en la noche, y menos frente a la Luna.

-¿Te cuento algo?- preguntó Kau, sin perder de vista la gran Luna que los iluminaba en ese momento.

-Dime-. Contesto él.

-No me había dado cuenta, que tu presencia me daba paz, por muy emocionada que este de que hayas regresado, es una emoción que rápidamente se transforma en calma en mi interior, es como si antes, las partículas intangibles de mi alma, estuvieran en un estado eufórico, de constante movimiento descontrolado, y llegas y mi alma se sosiega y regocijan en tranquilidad. ¿No te ha pasado algo así?- concluyó ella, sin perder de vista la Luna, maravillada del momento, que así como la Luna iluminaba por completo la noche, así la iluminaba Señor Conejo con su presencia; por dentro.

Él no le contesto, solo le sonrió a la Luna, pero se quedó pensando en su pregunta, algo que no le habían preguntado antes.

Los días fueron pasando y Kau se dio cuenta que cada día aprendía algo nuevo de él, que se sorprendía, ya sabía en que momento levantaba de mas sus grandes bigotes largos, o cuando algo lo contrariaba, sabia cuando era el tiempo de su partir, aunque aún hubiese café en la taza, pero lo más importante, que sabía que cosas suyas le molestaban a él, y el conocimiento es poder, poder de alejar o acercar.

No es que ella estuviese pensando en usar ese poder con su Conejo, pues no quería perder la amistad que tenían, ya que en estos días el valor de la amistad era incalculable, pero  en el pasaba lo había usado; años atrás, y a veces tomada algo de tiempo dejar viejas costumbres, que lo hacía sin meditarlo, y solo se daba cuenta al ver la reacción de su acción.

Solo esperaba poder meditar más sus acciones.

Kau solía escribirle  muchas cartas al Señor Conejo, pues siempre pasaba inspirada y no podía contener las palabras que venían a su mente, pero en ocasiones, cuando ya tenía terminada su obra, la releía no le gustaba y la botaba, y no se daba cuenta que las dejaba al descubierto en su pequeña papelera, a la vista de cualquiera, a la vista del protagonista de sus cartas, y un día, el primer día que él las vio, le dijo que no lo volviera hacer, que no las botara, que simplemente las dejara tal cual había sido su primera intención, pues que las desechara y volviese a escribir, solo le daban desconfianza, y aunque era tan fácil de cumplir, había ocasiones que era muy difícil de hacer, no porque lo fuese, sino porque en realidad lo primero que se escribe es lo primero que viene a tu mente, lo que está en lo más profundo de tu ser, ya la segunda vez o la tercera vez, es algo que has modificado deliberadamente y que puede o no puede ser espontaneo.


Pero ante costumbres establecidas, nuevas pautas eran un tanto difícil de seguir, hasta que un día llegaron a un trato, ya que Kau, gustaba demasiado  hacer lo que no debía hacer. Un trato que eventualmente ella rompió.

Y solo entonces se dio cuenta nuevamente, que su acción había tenía una reacción, una que no le agradaba claro está,  pero hecha estaba ya, y solo podía esperar a que el tiempo volviera a poner las cosas en su lugar.




Señor Conejo regreso a la semana siguiente, estaba molesto aun, pues Kau había roto el trato que habían hecho, no había mantenido su palabra.

Cuando siempre solían tomar el café juntos en la ventana, por primera vez, él había preferido hacerlo en la alfombra, solitario armando un rompecabezas, rompiendo la sagrada tradición, la extrañaba y por eso había vuelto, pero habían cosas que no se podían pasar por alto y olvidar.

Kau sabía muy bien porque su Conejo estaba donde estaba, pero no importaba, porque a pesar de todo él mantuvo su promesa; que siempre volvería eventualmente, y debía aprender de él, de mantener su palabra cual decreto fuese, para no volver a tomar un café amargo en una noche semi amarga, mientras él se rompía la cabeza uniendo piezas, lejos de ella.


***




Un día Kau despertó con una idea; visitar al Señor Conejo en su hogar. Nunca había ido al bosque, pues era un lugar oscuro, que le daba miedo, pero tenía ganas de verlo ya que nuevamente se ausentaba más de lo habitual, y lo extrañaba. No quería saber porque no había llegado, podían ser tantas cosas, y ninguna a la vez, solo quería verlo y conversar con él, ya que siempre le daba paz su cercanía y eso era algo nuevo y gratificante.

Hizo a un lado sus miedos, ya que sus ganas de verlo eran más grande y salió de casa con rumbo al bosque, con su sonrisa tatuada en su rostro, tanto que pensaba le iba a doler, dando brincos en lugar de pasos, tarareando una canción. Se vistió con un vestido de rosa pálido; el cual era su favorito y sus zapatos de charol. Llevaba una canasta, con galletas y café en su mano derecha y en la izquierda su sombrilla.

Ir en busca del Señor Conejo a través del bosque, no daba tanto miedo como antes, el miedo había desaparecido reemplazándolo por paz, una paz que conocía muy bien y deseaba seguir así en una gran quietud interna, acompañada de alegría, una infinita.

No le costo mucho llegar a su casa, y para su agrado él estaba ahí, pero corriendo de un lado a otro, agitado y su rostro preocupado en su faena; construyendo un jardín. Se quedó observándolo por varios minutos sin que él se percatara, y solo ahí entendió que había sido un error ir a visitarlo, no era el momento ni el lugar y tampoco la había invitado, pero ya había llegado y no daría marcha atrás.

Salió de la sombra de un árbol, y Señor Conejo la vio, se sorprendió y alegro de verla ahí, que corrió hasta su encuentro, aunque con un poco de trabajo, ya que estaba fatigado de tanto que había hecho ese día.

Kau se acercó y le ofreció lo que había llevado para ambos, pero decidió que lo mejor era dejarlo solo y no acompañarlo a comer, pues sabía si le hacía platica, él se atrasaría en su labor, y alargaría más la anhelada hora del café, donde debía ser: en su casa, y tras comer, Conejo se despidió muy agradecido y volvió renovado de energía y entusiasmo.

Kau mientras regresaba a su casa, no triste ni desilusionada, sino por el contrario, con algo nuevo ganado; el valor del tiempo, que hay tiempo para todo, para extrañar y para gozar, pero sobre todo tiempo para compartir.




2 comentarios:

  1. Me gusto mucho sobre todo la ultima parte 👏🐰

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