Ha pasado mucho tiempo desde la ultima vez que subí una actualización, pero nunca es tarde para volver.
Espero hayan estado bien. Tantas cosas han pasado y para comenzar vengo con esta segunda parte de una historia que ya conocen, La hora del café; las aventuras del Señor Conejo y Kau, solo que en esta ocasión vienen un poco cambiados, pero siguen siendo ellos mismos.
Ella ya creció ya no es la niña de antes y él...digamos que evolucionó o se cambió de especie (: , ahora es un enigmático pero hermoso Lobo.
Si quieres recordar de que iba su historia (la primera parte) pincha AQUI para leer el primer capitulo de La Hora del Café, y si quieres seguir leyendo su historia, en el menú a la izquierda podrás encontrar el resto de la historia.
– Primera Luna –
@chiara-bautista art |
Un día nos dejamos llevar por la
magnitud del momento y atravesamos un portal negro, que apareció de la nada
ante nosotros, en una de las tantas horas del café, en el
cual ya no éramos los mismos, y no solo éramos diferentes externamente, sino
internamente. Habíamos viajado a través del tiempo y del espacio; pues todo a
nuestro alrededor se movía, como ráfagas de luz de múltiples colores que iban y
venia, a toda velocidad, que si las mirabas fijamente te mareabas.
Estábamos suspendidos en la nada, pero
no nos caíamos; estábamos flotando. Aun seguíamos en el agujero negro, Señor
Conejo tomó mi mano fuerte, para darme valor pues en mi rostro se notaba la
angustia del momento, no sabíamos a dónde íbamos ni si regresaríamos a donde
estábamos hasta hace unos instantes.
Las ráfagas se detuvieron, y
desaparecieron, dejándonos a los dos sobre un vasto campo en plena luz de la
luna. Las estrellas parecían que se habían multiplicado por 100, me hacía
estremecer lo hermoso que se miraba el cielo lleno de tantos microscópicos
puntos brillantes, era algo tan maravilloso, que me quitaba el aliento,
era para quedarse ahí eternamente
contemplándolas.
Sentí el pelaje de mi acompañante, que
ahora no era más un conejo sino un hermoso lobo negro, con el semblante
taciturno tatuado en su rostro, yo en cambio, ya no era más la niña pequeña soñadora, sino
una joven pasada de la adolescencia, mi pelo largo negro caía en ondas sedosas
hasta mi cintura bien perfilada, sobre una piel blanca como la nieve. No éramos
los mismos externamente e internamente me sentía diferente también.
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Señor Lobo caminó perezosamente,
arrastrando sus patas a la cima de la colina. Lo seguí y me causó risa el
movimiento de su cola, sabía estaba
feliz. Le alcancé el paso y le sonríe pues el solo hecho de estar ahí, con él
me hacía feliz.
No sabía porque estábamos ahí, ni
cuanto duraríamos, pero lo único certero era que debíamos de disfrutar el
momento.
-¿Extrañas mi otra forma?- dijo el Lobo,
con una voz cargada de melancolía.- ¿Qué siempre llega una vez a la semana a
ti?, ¿Qué le gusta beber el café contigo?-. Llegamos a la cima y él se sentó en
sus patas traseras, y cuando me senté a su lado, él terminó de apoyar sus patas
delanteras en el suelo, recostándose totalmente.
Era tan magnifico verlo así, estirado,
relajado, con su gran cuerpo y pelaje, que me acerque a él y recosté mi cabeza
a un lado de su cara, mientras con mi mano izquierda recorría su lomo, en
suaves caricias.
-Si y no. Veras los dos son el mismo
ser, lo único que ha cambiado es tu forma externa, pero sigues siendo el mismo.
Tal vez esté acostumbrada a verte; blanco, pequeño, corriendo de aquí para
allá, y ahora eres negro, grande y quieto, pero es algo que en unos pocos
momentos me acostumbraré.
***
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Habíamos encontrado una casa, en medio
del bosque, parecía la cabaña de un no tan acaudalado, me serví un poco de
vino, y nos sentamos frente a la chimenea para entrar en calor, pues afuera el
clima había cambiado en un instante, y ahora nevaba, cuando previas horas tan
solo la frescura de la noche se sentía.
-¿Qué pasa por tu mente ahora que estoy
aquí?, ¿Qué no tengo planeado marcharme?-Él Señor Lobo se hizo bolita frente a
las llamaradas de la chimenea, pero con vista fija hacia mí, que me había
sentado en un sofá de terciopelo negro.
-Tal vez estas disfrutando de mi
compañía, así como yo de la tuya, de una manera diferente; estas más
sosegado, preguntón, más reflexivo, y
antes todo lo contrario.- quedé viendo mi copa, a medio llenar, mientras hacía
girar su contenido lentamente, haciéndose un remolino en el centro. El vino
olía delicioso, un pequeño sorbo y tenías un rato para disfrutar. Al inicio de
encontrarse con tu lengua, era dulce, pero un dulce que no empalagaba sino
agradable, avanzaba un poco más, y sentías lo acido de las uvas, y ya cuando no
había más en tu boca, sentías la mezcla de ambos, en una perfecta unión,
quedando con la sensación que algo pesado acababa de ingerir y no solo liquido rojizo.
-¿Me extrañabas mucho antes, cuando
solía ir solamente de vez en cuando?- Señor Lobo se puso en pie magistralmente,
como si la elegancia fuera su segundo nombre, y caminó hasta el sofá; hasta mí.
Se sentó en sus patas traseras, apoyándose firmemente en sus delanteras, y sus
ojos me quedaron viendo fijamente.
Tomé un sorbo de vino, dejé que la
pregunta me hiciera cosquillas en el interior, tanto así que hasta sonríe.-
¡Claro que te he extrañado!, siempre lo hago, en muchas ocasiones te lo he
dicho, tal vez no de manera tan directa con esas palabras, pero si lo he
demostrado. Me encanta cuando vienes a mi casa y nos sentamos frente mi ventana
a contemplar el horizonte, y perdernos hablando, que quisiera qué el tiempo se
detuviera, pero sé que te tienes que marchar y aguardar por tu próxima visita,
y por eso no me gusta que a veces dices: mañana volveré y no lo haces, porque
si dices eso, seré feliz desde hoy, esperando por el mañana que nunca llegó, es
preferible que me digas: otro día volveré, porque es incierto ni tú lo sabes,
mucho menos yo, y no acumulo ninguna emoción.
Señor Lobo se subió al sofá, se recostó
en la parte libre que quedaba, pero su cabeza la coloco en mis piernas,
pidiendo mimos no audibles.
Dejé mi copa sobre la mesa de vidrio que estaba a un lado del
sofá, y me concentre en hacer lo que quería él y yo. Acaricié sus orejas
suavemente, de arriba abajo, luego hice un remolino con mis dedos en el centro
de su cabeza, a lo que le fascinó, porque cerró automáticamente los ojos,
dibujando una sonrisa en sus labios.
-Antes cuando has dicho que me
extrañabas, me gustó la sensación que causó en mí saberlo, me he estremecido,
has hecho temblar la capa de hielo que se asienta sobre mi corazón, por alguna
extraña razón me han conmovido tus palabras, siempre logras la manera de
reconfortarme cuando estas platicando conmigo, y es por eso que siempre vuelvo;
me haces reír, me relajas, me alivias, me confortas, me iluminas, es por eso
que te pido; si un día me alejo, no lo hagas tú, por favor, porque pueda que me
aleje sin quererlo, porque otras cosas perturben mi mente y no halle la manera
de volver, pero entonces, tú hazlo por mí.- para el término de su monologo, ya
me había recostado en el sofá y él junto a mí, mi brazo rozando su pelaje,
sintiendo su columna vertebral, maravillándome con la textura aterciopelada de
su pelaje, que era un placer para mi piel.
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Inhalé y exhalé profundamente, para lo
que iba a continuación a decir: - Me da miedo extrañarte, pues cada vez que te pierdes
más de mi lado; así como entre más días te vas, más grande se hace mi añoranza
por ti, y a veces no es tan agradable sentir que eso va incrementando, pues
muchos dicen por allí, que quien ignora es porque no quiere, y si algo no
quieres; estorba, pienso ese no es tú caso, o quiero creerlo, pero entonces se
contamina mi mente y mi corazón y haces que de estar a 5 metros sobre el cielo,
pase a estar en la tierra otra vez, y no es que este malo, por el contrario me
gusta; sentir que tengo el poder de volver
a estar en mis 5 sentidos, que vuelvo a ser
estoica, pero entonces siento que
no estoy completa, que algo me falta, que no sé qué es, que no me pone ni
triste ni feliz, sino solo sosegada, pero que no estoy con la sensación de
antes; esa en la cual me encontraba a 5 metros, levitando de éxtasis.
Sabía que esto era transitorio, que
pronto volveríamos a mi casa; a la realidad, en donde solo se acercaba una vez,
de vez en cuando, pero era agradable tenerlo cerca más tiempo, y poder hablar
de todo y de nada. Me di vuelta, enfrentándolo y abracé su forma peluda contra
mi pecho, su hocico respiraba fuertemente contra mi cuello, haciendo leve
cosquilleo, pero perpetrando el momento en mi mente para siempre.
Me sentía hipnotizada por el momento,
por la calma del lugar, por la cercanía de su presencia, creía que si lo miraba
mucho tiempo a los ojos resbalaría, y caería, solo por el simple hecho de estar
bajo su hechizo.
Deseé tener un estéreo en ese lugar y
sonara esa canción de Coldplay-Hypnotised (si quieres escucharla) pincha aquí, que describía a la perfección eso,
y olvidé donde estaba, en otra realidad
que no era la nuestra, sino una alterna donde todo podía pasar, y así comencé a
escuchar la música a lo lejos que se hacía más audible, que la melodía me
envolvía, me daba un confort, que parecía que tocaba mi alma, que era el soundtrack de mi corazón. Se sentía
sublime; como si pudiese flotar al compás de las notas musicales, era demasiado
agradable como para poder describirla a la perfección.
No quería que acabara la canción, ni
que se terminara nuestro tiempo, porque sabía, cuando retornáramos a la
realidad, volveríamos a lo de antes; a las más ausencias que presencias, que en
si no importaban, pero si tenía que elegir una de las dos, elegiría la segunda
obviamente.
Sentía llegar el final de la melodía,
cada vez más cerca y no quería. Abracé más fuerte a Señor Lobo enterrando mi
rostro en su cuello peludo y deseé por primera vez que no fuese un animalito,
sino un ser humano de carne y hueso como yo.
Y en esta realidad alterna; se me fue
otorgado.
@chiara-bautista art |
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