"Days go by like the wind and this life is too short" The Rasmus

sábado, 6 de octubre de 2018

Voy A Marte, desde Venus -C5-



La luz del sol acariciaba mis parpados, anunciándome que era un nuevo día, que debía despertar, dejar atrás la cama y comenzar una nueva aventura en esta que era mi vida, pero sí que era muy difícil de hacer. La sabana de seda, que envolvía mi cuerpo desnudo, bueno casi desnudo; solo vestía  cacheteros negro de algodón y un top de encaje del mismo color, me lo impedían

Anoche me había desvelado, y el responsable de mi desvelo, había sido Mauri, mis labios me traicionaron y ante el recuerdo de  nuestra platica,  esbocé una sonrisa de esas; de las tontas enamoradas, creía más bien, me estaban saliendo arrugas nuevas de tanto reír, ya que solía pasar en un estado estoico facial, que mis músculos faciales no se acostumbraban al cambio abrupto.

No es que antes no hubiera estado  así; feliz, pero era una felicidad distinta, como cuando vas a tu supermercado a comprar tu bebida favorita de chocolate, llegas y te encuentras que hay una nueva marca, te dan a probar y si, es de chocolate, ya habías probado el chocolate, pero esta tenia un distinto sabor, más fuerte, más potente, que lo ingieres, recorre todas tus papilas gustativas, conquistándolas una a una, y sabes que después de esa nueva bebida, no habrá otra que se le compare, algo así, era esta nueva felicidad.

Había sido la primera vez en esta corta trayectoria, que me quedaba hasta tarde hablando con él, porque si, había sido una deliciosa llamada, dejándome embriagar por el elixir que  era su voz para mí.

Salí de la cama a regañadientes, pero más feliz que ayer, que sentir el frio de las baldosas en mis pies, se sentía bien, recordándome que tenía los pies bien puestos aun, o bueno eso quería suponer, porque era más fácil creer que no lo había ascendido a otro nivel.

Fui hasta el estudio, a continuar con un boceto que tenía días sin terminar, que de un día para el otro, había dejado de querer pintarlo, no sé, como cuando una flor se estaá muriendo de sed, que no puede hacer otra cosa que reservar lo poco que tiene en su interior, creo así había estado, en su ausencia, que había sido más alargada que otras veces, me había secado, eso y las palabras de Kimoa. –Kaia, ¿para qué le hablas, si ni te contesta?, ¿para que le piensas, si te ignora-. En el fondo eso se podría traducir en un: le vales una hectárea de estiércol completa.

Y podría ser verdad, a veces me gustaba creer que era cierto, eso se transformaba en un campo gravitacional que me evitaba seguir avanzando, pero que rápidamente era disipado cuando reaparecía, como que sabía el momento justo; que tanta ausencia era malo, y debía hacer su espectacular aparición, y en efecto, aparecía y todo se me olvidaba, creía que si desaparecía por más de unos días ahí sí, podría manejar su efecto en mí y poner verdadera distancia.

No es que quería poner una distancia, todo lo contrario, pero a veces se hacían sacrificios para evitar un mal peor.

Mientras lo terminaba de dibujar, no podía dejar de pensar en el cambio abrupto que había tenido. Un cambio de 180 grados, un cambio hermoso si me permiten decirlo, y dentro de ese cambio venían sorpresas. Una de ellas, que estaba empezando a abrirse poco a poco a mí, porque mientras mi alma estaba totalmente abierta hacia él, que no tenía ni un filtro en mis palabras o en lo que ellas querían decir, él continuaba hermético, hasta ahora.

Empezó a abrirse a finales de julio, casi al final del segundo mes, que inició esta historia, y ¿Cómo lo hizo? De la manera más sutil, pero demasiado romántica, de solo recordar lo que había escuchado, me daba escalofríos, de esos ricos, que al mismo tiempo se acompañan; de una sonrisa, y el bailar de tu alma al compás de la melodía.

Dejé por un momento el dibujo, y me apresuré hasta la sala, una que era muy de mi estilo; grandes ventanas de cristal oscilo-batientes de aislamiento acústico bajo, que prácticamente venían siendo también las paredes, pues comenzaban desde el piso hasta escasos centímetros del techo, que tenían vista al mar, todas las  paredes  (las pocas ) pintadas de blanco, un sofá en forma de L, del mismo color que las ventanas, con unos cojines color rosa pálido, celeste y gris, una alfombra cuadrada gris, con rayas blancas, que daba el marco a la sala de estar, enfrente una mini mesa rectangular de madera falsa blanca con vidrio sobre ella, en la cual estaba el mini estéreo y colgando de la pared un plasma.

Aun lado de cada ventana, tenía florero cilíndricos, blancos, con vegetación, sentía que, lo blanco estéril del lugar, se armonizaba con el verde de las plantas, y una que otra cosa color de madera, por ejemplo en comedor, era rectangular, para cuatro personas, totalmente de madera, color beige tan suave que parecía madera falsa. Pero no lo era. La cocina estaba totalmente equipada, con muebles de piso y  aéreos blancos con acabados cromados, la estufa, refrigeradora, y demás utensilios eran todos negros, había una isla que tenía mármol blanco con toques en beige, y un florero blanco de porcelana, de 20 cm de alto y 10 de ancho   con planta tipo  miltonia; verde sus hojas y largas muy largas que crecían hacia arriba, y sus flores eran blanco con morado que le daban toque femenino a mi cocina. Sobre la isla estaba el estante de copas, una casa sin copas no era casa, aunque aún no había comprado ni un vino, pronto lo haría, aunque beber sola no era lo mío, nunca lo había hecho y por eso  sospechaba no compraría por ahora nada.

Tenía vecinos, pero estaban un poco retirados, pues cada chalet estaba sobre cimientos de madera en el agua, que nos conectábamos por caminos de madera. Mi vecino más cercano estaba a 30 metros, y todos formábamos una hilera de chalets hasta llegar a la mera isla, estábamos ubicados como que fuéramos la rama de un árbol, algo así. Era delicioso vivir aquí, a vece pensaba si algún día volvería a Finlandia, pues despertar con el sonido del mar, sus olas rompiendo entre los cilindros de madera, el sol como tu despertador fiel, era un paraíso, aunque lo que más me gustaba era el color del agua; igual que el cielo, se podía decir era transparente porque podía ver la arena bajo ella, cuando estaba cerca de la isla, y entre más y más profundo se estaba del mar más azul era, algo maravilloso de ver.

Vincule mi celular, al equipo de sonido, y empecé a reproducir la primer canción que me había compartido, con un simple: -Me gusta esta canción. No había dicho, -te la dedico, ¡hey mira!, esto me recuerda de ti, no solo unas palabras –Me gusta esto, escúchalo.

Dejé mi celular sobre la mesa de madera blanca baja que estaba frente al sofá, y me recosté en la sección larga de este, con los ojos cerrados, flotando de emoción y satisfacción, pues rara vez un hombre se tomaba la molestia de compartirme su música, algunos no lo hacía, porque después cuando todo acababa, esas canciones ya quedaban marcadas, y ya no serían música a volver a escuchar, pero Mauri; mi gotita de felicidad, al parecer no le daba miedo eso.

La melodía comenzó a sonar, de la banda mexicana Maná, y Fer a cantar, pero que eran palabras, parecían ser robadas desde el mismísimo pensamiento de Mauri.

Iba caminando por las calles empapadas en olvido
Iba por los parques con fantasmas y con ángeles caídos
Iba sin luz, iba sin sol
Iba sin un sentido, iba muriéndome
Iba volando sobre el mar
Con las alas rotas

Solo me recordó a lo que una vez le escribí en un cuento, “ como el verano sin sol, como la luna sin la noche”
Ay amor apareciste en mi vida
Y me curaste las heridas
Ay amor eres mi luna, eres mi sol
Eres mi pan de cada día
Apareciste con tu luz
No, nunca te vayas
Oh, no te vayas, no
Tú eres la gloria de los dos
Hasta la muerte

¿A poco no se te hizo chiquito el corazón tras leer esas palabras,?, de seguir dedicándome canciones me iba a derretir, me iba a enamorar, creo que solo entonces entendí cuando él me decía que le gustaba lo que yo le mandaba, porque de igual manera, me sentía cuando él mandaba ese tipo de canciones con esas letras tan reveladoras, uff.

No voy a mentir, esa canción ya la había escuchado, pues era un tanto antigua, pero jamás le había puesto atención a la letra, y mucho menos reparar en su significado, hasta ese día, puedo decir que siempre que volviese a escuchar esa canción me recordaría de él, sin importar donde estuviese o con quien, esa canción estaba marcada con tinta indeleble su nombre.

Entendí que era su luz, que iluminaba su día, o su vida en esos momentos que solíamos charlar.

Dejé correr el playlist completo y fue a bañarme, pues no podía pasar todo el día tirada en el sofá recordando y añorando las canciones, que sonaba buen plan, si, pero que no daba para vivir.

Mi baño era un espacio abierto, por así decirlo, pues la regadera tenia puertas transparentes, el granito era una combinación de blanco, con toques rosa pálido y azul, tal cual los cojines del sofá. Tenía un gran espejo de pared a pared, sobre el lavamanos de esos modernos que no parecen lavamanos sino una cuenca sobre una mesa, unas pequeñas maceteras con plantitas verdes que no les conocía el nombre pero que eran divinas., estaban por doquier, dándole vida al estéril lugar, porque todo era blanco, con detalles cromados y verde por las plantas.

Tenía tiempo más que suficiente para escuchar unas canciones, de igual manera el audio me había seguido hasta el baño pues la casa estaba totalmente acondicionada con mini parlantes empotrados y escondidos que no había rincón alguno donde no se escuchara la melodía.

En poco tiempo había acondicionado este lugar a mi gusto, no sé cuánto tiempo iba a vivir ahí, pero mientras lo hiciera seria al máximo, pues era mi hogar por el momento.

Me vestí con un short corto de tela color peach, a la cintura, con un mini croptop blanco, una chaquetita del mismo color del short y unos tenis  a juego con el croptop, me hice una cola de cabella, me maquille muy naturalmente, y volví a mi lugar preferido de toda la casa, mi cuarto.

Totalmente modificado, ahora por una cama del doble de lo normal, cubierta con sábanas blancas, cojines rosa pálido, celeste y gris, unas floreros blancos a cada lado de esta, con plantas verdes, y mi fiel acompañante, el mar, cada vez que entraba aquí, automáticamente me invadía una paz absoluta, no es que toda la casa no transmitiera eso, pero aquí el agregado era mi cama, ah y había mandado a hacer dos cojines, donde aparecía una niña y un conejo, los protagonistas de la hora del Café, el cuento que era para Mauri.

Me sumergí entre mis sabanas y quedando viendo al cielo del techo, me salte a la otra canción que me había invitado a escuchar, del mismísimo Luis Miguel: reloj.

Reloj detén tu camino
Porque mi vida se apaga
Ella es la estrella
Que alumbra mi ser
Yo sin su amor no soy nada
Detén el tiempo en tus manos
Haz esta noche perpetua
Para que nunca se vaya de mí
Para que nunca amanezca


Si no has escuchado esa canción, mueve ese trasero y busca esa canción ¡ya!, porque no solo es la letra, también la melodía que juega un papel importante. Era tan deliciosa, tan relajante, tan romántica, que incitaba querer acompañarla con una copa de vino, y perderte entre las palabras, no dichas que decían la canción.

¡Oh Mauri! ¡Oh Gotita mía! ¿Qué voy hacer un día sin ti en mi vida?

Anteriormente  me había dicho que era su momento de relax en una vida llena de estrés, que alumbraba su ser, solo quería que el tiempo no corriera tan rápido, y disfrutar más de los pequeños placeres de la vida.

Me fascinaba que hiciera eso; compartir letras de canciones que él había escuchado, y que por x razón le encontraba sentido y deber de compartir conmigo. Las letras de las canciones son para que cada quien les encuentre su propio sentido de ser, pues nunca será igual para quien las escribió o para los escuchantes, pero si al ser comprendidas por alguien, y luego compartidas, automáticamente esa letra dejaba de ser del artista y se convertían en esa persona, que le dio sentido, el artista pasaba a un segundo plano, donde solo era el intérprete de algo que esa persona no podía decir fluidamente.
Me fascinaba eso y todo lo demás. Esta otra también de Luis Miguel: Sabor a mí.

Si negaras mi presencia en tu vivir
Bastaría con abrazarte y conversar
Tanta vida yo te di
Que por fuerza tienes ya
Sabor a mí

Y en efecto, así quise hacerlo, negarme su presencia, salir de la burbuja, pero no, no me dejó partir, y en su lugar, me abrazó con sus palabras, con su modo de ser, con ese cambio tan abrupto pero tan reconfortante, que aunque estuviese lejos, lo sentía cerca. Sabor a él,  por supuesto que ya tenía, mis días ya no eran igual, estaban llenos de vida, estaban marcados con su presencia continuamente que no importaba si se perdía un día o dos de mí, su sabor seguía ahí, fuerte y claro.

Solo entonces pude comprender lo que él sentía cada vez que le daba algo, realmente era una sensación sublime, y adictiva, ¿quién no le gustaría vivir de eso?,  a todo el mundo, pero solo unos cuantos eran capaces de encontrar a una persona así.
No sabía en qué punto mi querer estaba ya por él, solo conocía un hecho real; que quería estar con él.








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