"Days go by like the wind and this life is too short" The Rasmus

miércoles, 4 de julio de 2018

La hora del café

Hola a todos!! Espero estén muy bien. 
Esta historia se basa en la imagen  ( ella la niña Kau y el Señor Conejo) y en las relaciones de pareja de una manera muy metafórica, así que no tiene nada que ver con mis amados Rasmus, pero quise compartirla con ustedes, porque la inspiración llegó a mi, y las imágenes fueron una ayuda importante para inspirarme más y más.

Es un cuento mezclado con un poco de drama, pero que seria la vida sin un poco de dramatismo no?.
Espero les guste mucho...



@conigliooooo



LA HORA DEL CAFÉ



Hace mucho tiempo un conejo: Señor Conejo que era blanco como las nubes, solía andar de un lado para el otro disfrutando de las maravillas que la tierra le brindaba. Amaba saltar por los campos verdes recién salido el sol, con la brisa fresca del amanecer rozándole sus bigotes, que si pudiese sonreír lo haría, buscando alimento de aquí para allá, así solía vivir Señor Conejo, todos los días lo hacía, es verdad que se había vuelto rutina, pero hasta ahora no había conocido nada mejor que hacer.

Un día siguiendo un sapo, se salió de la vereda del bosque, y  por un segundo dudó si valía la pena la persecución de su almuerzo, o la seguridad de su hogar, pero que era la vida sin riesgos se dijo a su mismo, y continúo corriendo tras el animalito. Era veloz, pero no más que él, hasta que perdió la noción cuanto había corrido que estaba a escasos pasos del umbral del jardín de una casa.

En ese instante se le olvido por completo por qué había estado corriendo, todo lo que podía pensar era en la maravilla ante sus ojos. Caminos de musgo recién cortado, perfectamente alineados, con arbustos en los bordes de flores de colores, que semejaban a los del arco iris, a cada paso que se daba un nuevo arbusto aparecía. Un árbol gigante de cerezos estaba al final de todos los caminos, sus diminutos pétalos esparcidos en relajo sobre la alfombra natural verde que yacía bajo el, donde se encontraba una niña contándolos.

La casa que estaba hecha de pura madera maciza color melocotón con blanco hacia perfecto contraste con el maravilloso jardín, el olor que desprendían las flores, tras cada paso que se daba, hacia retorcerse de felicidad al Señor Conejo, tanto así, que se le olvido que no solo él estaba en ese jardín, cuando descubrió que un par de ojos café oscuro lo observaban ávidamente.

Y el tiempo se congeló. Nunca había estado tan expuesto en toda su vida, jamás un humano lo había visto, y ahora una niña lo miraba como si fuera la cosa más maravillosa del mundo, eso lo tranquilizo, hizo que su ritmo cardiaco disminuyera, que sus ojos volvieran a su forma normal; pequeños, cafés y algo pizpiretas.

-Hola. ¿Qué haces aquí?- le preguntó la niña te tez blanca, cabello castaño que aparentaba unos 10 años.

-¿Eres tú la dueña de este jardín?- dijo Señor Conejo, evadiendo dar respuesta alguna.
La niña puso los ojos como plato, había entendido lo que el conejo había dicho, y le costó unos segundos reponerse y dar un grito de euforia o miedo.

Ella le explico que en esa casa vivía con su familia, y el jardín era un regalo de su padre, pero que a esa hora de la tarde, siempre todos salían y ella prefería quedarse en casa, disfrutando de su hermoso árbol de cerezo.

Señor Conejo nunca había visto un árbol así, y ella le explico que eran muy comunes en Japón, y este lo habían plantado especialmente para ella. Él le pregunto por cada especie de flores que había en el jardín y ella los saco de cada duda. Desde ese día los dos se hicieron amigos. Él llegaba todos los días a la  misma hora, Kau siempre le tenía café y galletas, sabía que Señor Conejo amaba el café.

No siempre platicaban en el jardín, a veces lo hacían en una fuente, de esas que tienen un querubín 
desnudo, parado sobre agua, en otras ocasiones lo hacían en la habitación de Kau, y en lugar de tomar la hora del té como ritual, era la hora del café.

Kau le encantaba platicar con Señor Conejo, siempre tenía algo nuevo que decir, pero siempre hablaban poco, y no era todos los días. Habían días en los que él no iba a verla, y cuando no iba lo extrañaba, se sentía: como un verano sin sol, como la noche sin luna, que algo faltaba, pero cuando llegaba le daba luz a su día, una luz que no sabía que le hacía falta.

Un día vio la mirada triste de Kau, tras su partida más temprana que de costumbre, y eso no le gusto al Señor Conejo, por lo que se acercó a ella y le dijo: vendré otra vez a tomar café, pero no será igual que hoy, porque todos los días son distintos, pero lo que no cambiara será que eventualmente siempre querré volver a tomar café y galletas contigo.

El rostro de Kau era un poema, quiso en ese momento abrazarlo y llenarlo de besos, pero sabía que no le gustaban, Señor Conejo quien era Don libertad, porque así le gustaba vivir a él, libre haciendo lo que más le gustaba, sin estar dándole explicaciones a nadie, había crecido en busca de la libertad, y quien era ella para cortarle ese deseo, ella también quería ser libre, pero aún era pequeña, y no podía volar.

Un día después de varias semanas de las visitas constantes, Señor Conejo llegó a tomar café como siempre lo hacía, pero por alguna extraña razón, no salió corriendo como siempre, pidió más café y galletas, cuando esto se le acabo, y se quedó hasta que el sol se ocultó, cuando jamás solía quedarse más tiempo del prudente, decía él.

Kau esperaba con ansían la hora del café, y cuando decidían tomarlo en su habitación, lo hacían frente a la ventada, sentados en una butaca cada uno, a Señor Conejo le daba igual donde se sentaran, pero un día quiso salir de dudas, porque siempre ahí.

-¿Por qué siempre que venimos a tu cuarto te gusta sentarte aquí?- preguntó, mientras humedecía su galleta en el café.

-Porque nunca miraras dos veces el mismo patrón de nubes, ni sus colores, todos los días son distintos, y tú haces que mi día sea diferente también.- le contestó la niña, con una sonrisa en los labios, que llegó hasta sus ojos.

Señor Conejo por primera vez en su vida, quiso vivir en casa de un humano, con una humana, quiso acurrucarse en su regazo, como muchas veces había visto al perro hacerlo, quiso permitirse que le diera mimos a su pelaje, que le diera su atención como así lo recibía el perro, pero sabía que todo estaba al alcance de su decisión, muchas veces Kau le había ofrecido lo que él podría imaginarse, pero como podía poner en una balanza las cosas que Kau le ofrecía por la libertad que sabía perdería, se sentía como si caminara hacia un risco, y que si avanzaba más caería.

Los días pasaban y aunque siempre eran más que divinos, la pequeña duda de que escoger carcomía su alma, y no lo dejaba disfrutar plenamente, hasta que un día Kau le dijo lo que no sabía siempre quiso escuchar de ella.

-Sé que amas vivir en el bosque, pero quieres vivir aquí conmigo, no sé qué te impide hacerlo, si sabes que siempre serás bienvenido a la hora que llegues, o no llegues, solo porque vivas aquí, no quiere decir, que esta será tu jaula, puedes ir y venir de aquí para allá, lo único que cambiara es que disfrutaras más tiempo conmigo, que en soledad, y que nunca te reprochare si te quedas más tiempo en el bosque que conmigo, porque en el fondo de mi corazón sé que volverás, a este que será tu hogar, en el cual te recibiré con la manos abiertas, con mi amor en libertad, porque te quiero conmigo o sin mí, pero feliz.

Señor Conejo que siempre tenía algo certero que decir, por primera vez no tuvo nada que responder, estaba perdido en los ojos de Kau, en el trance que le habían hecho sus palabras, en el poder que había dado sobre él,  en la verdad que había tirado para ser digerida y aceptada si así lo deseaba. 

Nadie nunca lo había amado en tanta libertad, es más, no había tenido contacto con otro humano hasta que encontró a Kau, pero no podía responder, no porque no quisiera gritar lo que quería o anhelaba sino porque tenía miedo, y el miedo era más poderoso que cualquier otra cosa, inclusive que la felicidad que le había mostrado Kau.

Kau dejo que su amigo se fuera, ya había dicho más que suficiente y respetaba la decisión de él, solo le quedaba esperar por otros maravillosos momentos a su lado, efímeros pero divinos.

Los días pasaron, y Señor Conejo no volvió a casa, las estaciones pasaron una tras otra hasta volver a la misma primavera, en donde habían tenido aquella conversación. Kau no se explicaba el porqué de su abandono, si ella solo había sido honesta, parecía que sus palabras lo habían lastimado y ahuyentado, su corazón se estrujaba con cada día que pasaba sin su presencia, sus días de luz ya no eran los mismos, se vistieron de un blues que jamás había conocido y cuando el invierno llegó así lo hizo en su corazón también, porque supo entonces que él ya no volvería otra vez, y lloro acompañada del cielo.

Sus lágrimas rodaban por sus mejillas, como las gotas de lluvia lo hacían por su ventana, el cielo lloraba por todos los animales que no habían sobrevivido al verano, y ella lloraba por su conejo que no había valorado su amor, que había preferido vivir en libertad pero en soledad, porque ella le había ofrecido también libertad solo que en compañía.

Lloró y lloró hasta que su corazón se secó, le deseaba felicidad en cualquier lugar que estuviese, pero si él decidía volver, ella no lo aceptaría, pues la había abandonado sin quiera decir adiós, la había dejado sin más, sin si quiera volver un día a preguntar como estaba, si el volvía y decía que la quería, que quería vivir ahí, no sería verdadero, seria falso, porque quien quiere de verdad cuida de esa persona, y sabiendo lo que ella sentía por él, y lo que sufriría por su partida, eso no era amor, y tal vez solo tal vez volvería, porque no había encontrado algo mejor que lo que sabría tendría ahí, pero sería demasiado tarde, Kau estaba rota por dentro, y sería imposible de reparar.

Pero Señor Conejo nunca volvió, no porque no hubiese querido, no, eso jamás, él no volvió porque el día que salió aturdido de la confesión de Kau, había caído en barranco impactado contra una roca, desangrándose lentamente, pensando en el dolor que le causaría a Kau su ausencia, conejo sabia estaba sufriendo, pero un dolor que sería transitorio pues pronto moriría, y externo, a diferencia del dolor que sabía estaba en ese momento a punto de crear para kau, y deseo morir más rápido antes de llegar a imaginarla llorando por su abandono egoísta y desconsiderado, pensado que tal vez él no correspondía a su querer.












FIN






ALTO!!! hay más!!! pero sino quieres seguir leyendo perfectamente este podría ser el final. 
Te preguntaras en que o quien me inspiré, imagina que ella eres tú y el Señor Conejo tu novio, y si las cosas acaban mal, te fascinaría este fuera el final, pero si las cosas se arreglan...podrías seguir leyendo  y agregando momentos. 



2 comentarios:

  1. Ay pobre señor conejo 💔 Me encanta como escribes no importa de que sea la historia 🙌👏 deberias tambien subir en wattpad

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