Hola a todos!! Espero estén muy bien.
Esta historia se basa en la imagen ( ella la niña Kau y el Señor Conejo) y en las relaciones de pareja de una manera muy metafórica, así que no tiene nada que ver con mis amados Rasmus, pero quise compartirla con ustedes, porque la inspiración llegó a mi, y las imágenes fueron una ayuda importante para inspirarme más y más.
Es un cuento mezclado con un poco de drama, pero que seria la vida sin un poco de dramatismo no?.
Espero les guste mucho...
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@conigliooooo |
LA
HORA DEL CAFÉ
Hace
mucho tiempo un conejo: Señor Conejo que era blanco como las nubes, solía
andar de un lado para el otro disfrutando de las maravillas que la tierra le
brindaba. Amaba saltar por los campos verdes recién salido el sol, con la brisa
fresca del amanecer rozándole sus bigotes, que si pudiese sonreír lo haría, buscando
alimento de aquí para allá, así solía vivir Señor Conejo, todos los días lo hacía,
es verdad que se había vuelto rutina, pero hasta ahora no había conocido nada
mejor que hacer.
Un día
siguiendo un sapo, se salió de la vereda del bosque, y por un segundo dudó si valía la pena la persecución
de su almuerzo, o la seguridad de su hogar, pero que era la vida sin riesgos se
dijo a su mismo, y continúo corriendo tras el animalito. Era veloz, pero no más
que él, hasta que perdió la noción cuanto había corrido que estaba a escasos
pasos del umbral del jardín de una casa.
En ese
instante se le olvido por completo por qué había estado corriendo, todo lo que podía
pensar era en la maravilla ante sus ojos. Caminos de musgo recién cortado,
perfectamente alineados, con arbustos en los bordes de flores de colores, que
semejaban a los del arco iris, a cada paso que se daba un nuevo arbusto aparecía.
Un árbol gigante de cerezos estaba al final de todos los caminos, sus diminutos
pétalos esparcidos en relajo sobre la alfombra natural verde que yacía bajo el,
donde se encontraba una niña contándolos.
La casa
que estaba hecha de pura madera maciza color melocotón con blanco hacia
perfecto contraste con el maravilloso jardín, el olor que desprendían las
flores, tras cada paso que se daba, hacia retorcerse de felicidad al Señor
Conejo, tanto así, que se le olvido que no solo él estaba en ese jardín, cuando
descubrió que un par de ojos café oscuro lo observaban ávidamente.
Y el
tiempo se congeló. Nunca había estado tan expuesto en toda su vida, jamás un
humano lo había visto, y ahora una niña lo miraba como si fuera la cosa más
maravillosa del mundo, eso lo tranquilizo, hizo que su ritmo cardiaco disminuyera,
que sus ojos volvieran a su forma normal; pequeños, cafés y algo pizpiretas.
-Hola.
¿Qué haces aquí?- le preguntó la niña te tez blanca, cabello castaño que
aparentaba unos 10 años.
-¿Eres
tú la dueña de este jardín?- dijo Señor Conejo, evadiendo dar respuesta alguna.
La niña
puso los ojos como plato, había entendido lo que el conejo había dicho, y le costó
unos segundos reponerse y dar un grito de euforia o miedo.
Ella
le explico que en esa casa vivía con su familia, y el jardín era un regalo de
su padre, pero que a esa hora de la tarde, siempre todos salían y ella prefería
quedarse en casa, disfrutando de su hermoso árbol de cerezo.
Señor
Conejo nunca había visto un árbol así, y ella le explico que eran muy comunes
en Japón, y este lo habían plantado especialmente para ella. Él le pregunto por
cada especie de flores que había en el jardín y ella los saco de cada duda. Desde
ese día los dos se hicieron amigos. Él llegaba todos los días a la misma hora, Kau siempre le tenía café y
galletas, sabía que Señor Conejo amaba el café.
No siempre
platicaban en el jardín, a veces lo hacían en una fuente, de esas que tienen un
querubín
desnudo, parado sobre agua, en otras ocasiones lo hacían en la habitación
de Kau, y en lugar de tomar la hora del té como ritual, era la hora del café.
Kau
le encantaba platicar con Señor Conejo, siempre tenía algo nuevo que decir,
pero siempre hablaban poco, y no era todos los días. Habían días en los que él
no iba a verla, y cuando no iba lo extrañaba, se sentía: como un verano sin
sol, como la noche sin luna, que algo faltaba, pero cuando llegaba le daba luz
a su día, una luz que no sabía que le hacía falta.
Un día
vio la mirada triste de Kau, tras su partida más temprana que de costumbre, y
eso no le gusto al Señor Conejo, por lo que se acercó a ella y le dijo: vendré
otra vez a tomar café, pero no será igual que hoy, porque todos los días son distintos,
pero lo que no cambiara será que eventualmente siempre querré volver a tomar café
y galletas contigo.
El rostro
de Kau era un poema, quiso en ese momento abrazarlo y llenarlo de besos, pero sabía
que no le gustaban, Señor Conejo quien era Don libertad, porque así le gustaba
vivir a él, libre haciendo lo que más le gustaba, sin estar dándole explicaciones
a nadie, había crecido en busca de la libertad, y quien era ella para cortarle
ese deseo, ella también quería ser libre, pero aún era pequeña, y no podía volar.
Un día
después de varias semanas de las visitas constantes, Señor Conejo llegó a tomar
café como siempre lo hacía, pero por alguna extraña razón, no salió corriendo
como siempre, pidió más café y galletas, cuando esto se le acabo, y se quedó
hasta que el sol se ocultó, cuando jamás solía quedarse más tiempo del
prudente, decía él.
Kau esperaba
con ansían la hora del café, y cuando decidían tomarlo en su habitación, lo hacían
frente a la ventada, sentados en una butaca cada uno, a Señor Conejo le daba
igual donde se sentaran, pero un día quiso salir de dudas, porque siempre ahí.
-¿Por
qué siempre que venimos a tu cuarto te gusta sentarte aquí?- preguntó, mientras
humedecía su galleta en el café.
-Porque
nunca miraras dos veces el mismo patrón de nubes, ni sus colores, todos los días
son distintos, y tú haces que mi día sea diferente también.- le contestó la
niña, con una sonrisa en los labios, que llegó hasta sus ojos.
Señor
Conejo por primera vez en su vida, quiso vivir en casa de un humano, con una
humana, quiso acurrucarse en su regazo, como muchas veces había visto al perro
hacerlo, quiso permitirse que le diera mimos a su pelaje, que le diera su
atención como así lo recibía el perro, pero sabía que todo estaba al alcance de
su decisión, muchas veces Kau le había ofrecido lo que él podría imaginarse,
pero como podía poner en una balanza las cosas que Kau le ofrecía por la
libertad que sabía perdería, se sentía como si caminara hacia un risco, y que
si avanzaba más caería.
Los días
pasaban y aunque siempre eran más que divinos, la pequeña duda de que escoger carcomía
su alma, y no lo dejaba disfrutar plenamente, hasta que un día Kau le dijo lo
que no sabía siempre quiso escuchar de ella.
-Sé
que amas vivir en el bosque, pero quieres vivir aquí conmigo, no sé qué te
impide hacerlo, si sabes que siempre serás bienvenido a la hora que llegues, o
no llegues, solo porque vivas aquí, no quiere decir, que esta será tu jaula,
puedes ir y venir de aquí para allá, lo único que cambiara es que disfrutaras más
tiempo conmigo, que en soledad, y que nunca te reprochare si te quedas más
tiempo en el bosque que conmigo, porque en el fondo de mi corazón sé que volverás,
a este que será tu hogar, en el cual te recibiré con la manos abiertas, con mi
amor en libertad, porque te quiero conmigo o sin mí, pero feliz.
Señor
Conejo que siempre tenía algo certero que decir, por primera vez no tuvo nada
que responder, estaba perdido en los ojos de Kau, en el trance que le habían hecho
sus palabras, en el poder que había dado sobre él, en la verdad que había tirado para ser
digerida y aceptada si así lo deseaba.
Nadie nunca lo había amado en tanta
libertad, es más, no había tenido contacto con otro humano hasta que encontró a
Kau, pero no podía responder, no porque no quisiera gritar lo que quería o
anhelaba sino porque tenía miedo, y el miedo era más poderoso que cualquier
otra cosa, inclusive que la felicidad que le había mostrado Kau.
Kau
dejo que su amigo se fuera, ya había dicho más que suficiente y respetaba la decisión
de él, solo le quedaba esperar por otros maravillosos momentos a su lado, efímeros
pero divinos.
Los días
pasaron, y Señor Conejo no volvió a casa, las estaciones pasaron una tras otra
hasta volver a la misma primavera, en donde habían tenido aquella conversación.
Kau no se explicaba el porqué de su abandono, si ella solo había sido honesta, parecía
que sus palabras lo habían lastimado y ahuyentado, su corazón se estrujaba con
cada día que pasaba sin su presencia, sus días de luz ya no eran los mismos, se
vistieron de un blues que jamás había conocido y cuando el invierno llegó así
lo hizo en su corazón también, porque supo entonces que él ya no volvería otra
vez, y lloro acompañada del cielo.
Sus lágrimas
rodaban por sus mejillas, como las gotas de lluvia lo hacían por su ventana, el
cielo lloraba por todos los animales que no habían sobrevivido al verano, y
ella lloraba por su conejo que no había valorado su amor, que había preferido
vivir en libertad pero en soledad, porque ella le había ofrecido también libertad
solo que en compañía.
Lloró
y lloró hasta que su corazón se secó, le deseaba felicidad en cualquier lugar
que estuviese, pero si él decidía volver, ella no lo aceptaría, pues la había abandonado
sin quiera decir adiós, la había dejado sin más, sin si quiera volver un día a
preguntar como estaba, si el volvía y decía que la quería, que quería vivir ahí,
no sería verdadero, seria falso, porque quien quiere de verdad cuida de esa
persona, y sabiendo lo que ella sentía por él, y lo que sufriría por su
partida, eso no era amor, y tal vez solo tal vez volvería, porque no había encontrado
algo mejor que lo que sabría tendría ahí, pero sería demasiado tarde, Kau
estaba rota por dentro, y sería imposible de reparar.
Pero
Señor Conejo nunca volvió, no porque no hubiese querido, no, eso jamás, él no volvió
porque el día que salió aturdido de la confesión de Kau, había caído en
barranco impactado contra una roca, desangrándose lentamente, pensando en el
dolor que le causaría a Kau su ausencia, conejo sabia estaba sufriendo, pero un
dolor que sería transitorio pues pronto moriría, y externo, a diferencia del
dolor que sabía estaba en ese momento a punto de crear para kau, y deseo morir más
rápido antes de llegar a imaginarla llorando por su abandono egoísta y
desconsiderado, pensado que tal vez él no correspondía a su querer.
FIN
ALTO!!! hay más!!! pero sino quieres seguir leyendo perfectamente este podría ser el final.
Te preguntaras en que o quien me inspiré, imagina que ella eres tú y el Señor Conejo tu novio, y si las cosas acaban mal, te fascinaría este fuera el final, pero si las cosas se arreglan...podrías seguir leyendo y agregando momentos.
Ay pobre señor conejo 💔 Me encanta como escribes no importa de que sea la historia 🙌👏 deberias tambien subir en wattpad
ResponderEliminarVoy a intentarlo!. Gracias por leer
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